lunes, 18 de mayo de 2015

Balas que pasaron muy cerca

¿Dónde estabas cuándo te enteraste de la caída de las torres gemelas?


Yo estaba de camino a casa de mi amigo Alberto a jugar a las Magic. Si, a las Magic. A tope. En torno a las 16, septiembre, un calor del demonio y el curso o recién empezado o a punto de empezar. Trece años y un friki como Dios manda que iba a casi todos los sitios escuchando Devil came to me y seguramente oliendo a una curiosa mezcla de carnero y lonja por las cosas de la edad.

Luego se estrelló otro avión en El Pentágono, pero ya daba igual.

Torres más altas han caído.

Y fue así como todos encontramos ese motivo para matar moscas a cañoñazos y derribar aviones con tirachinas. Esa razón que andábamos buscando para  volver a empotrarnos tras la curva de esa sonrisa tan bonita. 



Te olvidas y vuelves a empezar. Dicen que es así como funciona. Todo el rato. Tan rencoroso para algunas cosas y tan bobo para otras. Así toda la vida. Hacer el tonto y vivir a trancas y barrancas te gusta más que llegar tarde. Ella te gusta más que quejarte por las mañanas. La incertidumbre de saber con seguridad que de nuevo te tocará dolerte, te gusta más que cenar fuera.

Total, por mucho que tú pierdas y ella no llegue a ganar, vas a seguir estando en el bar que estabas la última vez que te necesitó, por que tienes la fuerza necesaria para sujetar, mientras ella no tiene la que hace falta para soltar.

Suerte es lo que ocurre cuando la preparación se encuentra con la oportunidad.
Lucio Anneo Séneca

Que a fin de cuentas, se ríe por casi todo y llora por casi nada. La punta de la nariz siempre congelada y que en el alma lleva fuego. Ya sabes que si juegas con fuego te quemas. Ya te has quemado antes.Y tú, que siempre te has jurado que sería la última vez que te ibas a quemar...y esta vez dejas hasta que se queme tu casa, tu barrio y tu extintor. Y ni puta idea de porqué ella. De porqué el suyo, pero qué bonito apocalipsis.

Son las sonrisas que te obliga a compartir y no las que te regala lo que te hace estar tocado del ala. Y viéndose a kilómetros la física autolesión, mejor buscas alternativas espirituales, como ella, por ejemplo. Cuando solo hay un candidato, solo hay una elección, aunque no sepas quién es el candidato, no hayan convocado elecciones y no sepas aún ni quién te representa.


La gente como yo te representa. Nunca se pierde la esperanza, pero por que tampoco se ha tenido nunca muy claro como es exactamente esa cosa. Por que tú, al igual que todas ellas, siempre has querido vivir en tu París particular tomando cafés que nunca se enfrían y viendo películas de las de moderno. De las de pensar. A ti en realidad lo que te gustan son las pelis americanas de reír. Te aprendes los diálogos, luego los recitas con tus amigos y ya está. No hay que engañar a nadie.

Por que la gente realmente no se da cuenta de lo aburridas que son las mentiras y la cantidad de esfuerzo que requieren. No vale con decir la mentira, hay que decirla, recordarla y mantenerla. Y eso es un coñazo de los grandes.

Como aquel primer disco de Estopa. Todo el mundo lo ha escuchado aunque lo niegue y más de uno acaba volviendo a él con más frecuencia de la que desearía. Pero nadie te lo reconocerá ni cantando en la ducha.

A estas alturas de la vida ya todos sabemos que a la decepción no se entra caminando pasito a pasito, a la decepción se entra por la puerta grande. Cuando todo el mundo está mirando. Cayendo de cabeza.

Luego te pasa como a Toshack. Los lunes piensas en cambiar todo. Los martes, casi todo, el miércoles vas a cambiar un poco. El jueves ya veremos y, el viernes solo sabes que tienes que salir a jugar.


Y así es como llega a la mayor decepción. Y la mejor.

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