martes, 16 de diciembre de 2014

Las mejores fiestas son en la cocina

Solo salgo para renovar la necesidad de estar solo
Lord Byron, 1788-1824


Y es que claro, después del verano la gente se echa de menos los unos a los otros, hacen fiestas, planes súper guays, quedadas, comidas imprevistas con las loquis... Meses muy de socializarse. Y que si cumpleaños que vas por obligación y a ver si rascas algo, un quedar con esa gente con la que lo pasaste bien una vez y ya, saludar, cenas de ir por no hacer el feo. 

Como decía El Drogas, Las mismas caras, los mismos gestos.




Todo tipo de eventos en los que es muy posible que esté ella, la de antes, y que también esté ella,la de ahora. Y sus amigas. Y todos los que desean verte arder por haberles recordado su estulticia.

Te ves ahí, en medio de un huracán al que sabías que ibas a entrar. En medio de un huracán en el que te ves dentro y aún te sorprendes. Gente que hacía años que no veías, Gente repentinamente recuerdas porqué hacía años que no veías.

Esos que van iguales dos a dos, en plan paralelogramo. Mismo pantalón y misma camisa. Rollo parejita. Como esos hermanos que se llevan dos o tres años y su madre se empeña en que vistan igual. Muy cómico todo. A la par que original. Y tú que sigues con esas NB preciosas que te compraste en verano. Esas a las que le iría bien un pase bajo el agua.




Lugares de némesis a los que los escritores frustrados vamos lastrados. El lastre de saber que habrá que pedir disculpas al día siguiente. El lastre de agotar el hielo de la fiesta y lo que ello conlleva.

Y sin darte cuenta, hablas con todas ellas, vas alzando la voz, te quema la alegría de vivir. Te sabes inmortal. Indestructible. Ahora ellos tienen la misma barriga que tú siempre has tenido. Ellas tienen las ojeras de una juventud huracanada. Tienes más pelo que ellos. Mientras ellas han empeorado tú solo has mejorado. Y encima te lo dicen, para que se te hinche bien el pecho. Henchido de gloria.

Quién te iba a decir que esos partidos de balonmano a los que vas a oler la sangre y amortiguar la resaca con cerveza iba a ser la fuente de la eterna juventud...

Ya está. Armada. Un barrido rápido. Gente con la que nunca has hablado. Gente que te cae mal, gente que les caes mal (en mi caso lo primero conduce a lo segundo en un 160% de los casos). ¡Coño, es ella!

Entonces llegó el momento. Ni corto ni perezoso empujas el último trago de valor. Hemos venido a jugar. En medio del guateque te ves susurrándole cositas al oído a la que antes mandabas las canciones. Canciones de esas de hacerla caer a tus pies. A la vista de ella, a la que se las mandas ahora. Como si no lo supiera...




Porque tú, lo de mandar canciones no lo haces con cualquiera que ves. Solo con las elegidas. Solo con las que tienen algo. Solo las que tienen ese algo. Que puede ser cualquiera.

Pero a ti eso no te importa.

Y tú como si fueran mudas y no se lo hubieran contado.

La gente te aburre. Eres más viejo que joven. No te gusta la gente en general. No te van las posturas, no te van las apariencias. No te han enseñado eso. Las cosas claras, el chocolate espeso y si a alguien le tienes que recordar que sus bocadillos del recreo eran de chope pues se lo recuerdas si se sube.

Te empiezan a mirar raro. Como antes. Como si fueras de otra especie. Uno de esos que no es de alta alcurnia. Llegó el momento de cambiar de ambiente, Que por ahí solo están los que no quieres ver. Caras largas hasta los pies, ¡maldita sea!


Y como siempre me ha gustado más leer que el fútbol, desde bien temprano empezó el asunto. Aquellos años en aquel colegio gris y vallado al borde de la M40 presentaron a la primera víctima de las dichosas letras. Mágicamente apareció un poema de una antología titulado con su nombre y venga, pobre patatierna de poco más de 10 años, con pulso tembloroso y a lápiz (No me dejaron usar bolígrafo hasta la ESO), a copiar y a regalárselo como cosecha propia. 

No contento con eso, años después, con el nuevo colegio, más verde y céntrico, en un arrebato de romanticismo extremo y oligofrénico....carta. Pero carta de las buenas, de las de por correo postal, old skool. Cartaza, por cierto.

Carta que seguro que aún a día de hoy, en esas noches de chicas y desplume, siguen leyendo y mofando. Si llegas a leer esto algún día, un saludo, Adela.

Zero answer, por supuesto. ¿Qué esperabas?

Porque los que mandamos canciones y cartas siempre pensamos que con eso está todo hecho, una canción, un paquetito bonito y ¡hala! ya está besando el suelo que pisas.

Ole tú.

Maldito internet. Internet lo carga el diablo. Sales, un par de cervezas de más, ese coponcho que te catapulta a alcanzar el cielo de la literatura excelsa en un viaje único al parnaso. Efusión lírica saliendo a borbotones por tus dedos. 

Antes entre que llegabas a casa, encendías el ordenador, localizabas el tema, se lo mandabas...pues te había entrado el sueño y te dormías con la mano en el calzón como un rey. Pero ahora con estos móviles tan modernos...

Mandas la canción y te vas a la cama más feliz que unas castañuelas sabiendo que mañana al amanecer, con los primeros albores de la más que plausible resaca te llamará y te dirá lo mismo que tú sientes.

Pues no. Parecía que a ella no le picaba nada...

Justo en ese enésimo viaje a la barra, a la zona de fumadores, a ver qué encuentras de comistrajeo o a buscar esa botella de vino bueno que le regalaste hace años, llegas al único sitio posible. A la cocina. Y ves a los que son como tú. Y empieza la fiesta. Ya estás inter pares.

A fin de cuentas cada uno tiene sus sueños. Que te toque el euromillón, encontrar el amor en ese viaje de cooperación al Zaire que tienes pensado para el verano, comprar con tu primer sueldo el reloj que tus hijos heredarán, decir que ayudas a los demás, incluso decir que lo haces desinteresadamente. Esperar a la visita de la divina providencia  y que con ella se resuelvan todos los problemas de este mundo, compartir en fb tu tremendo desacuerdo con las políticas actuales cuando estabas demasiado resacoso como para ir a votar. O cuando votaste por España.

Porque las mejores fiestas son en la cocina y los mejores planes se hacen en el baño.


Hazle un favor al pasado y piensa en las cosas buenas.

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