martes, 21 de octubre de 2014

El Robatiempos


Hay dos tipos de gente. Los que prefieren gastar todo en opulencia y apariencia y los que prefieren tener un refugio bien cómodo y confortable. Es decir, la gente casera y la gente no casera.

Hay gente que le gusta estar en casa, echar la siesta, sentarse en el sofá a leer un rato, cocinar algo rico y sabroso para el día siguiente o simplemente holgazanear un poco. 



Y luego está la gente a la que no le gusta poner un pie en casa. No quieren tener un segundo libre, siempre tienen que estar haciendo algo con alguien o de camino a hacer algo con alguien. Los que mientras van de un punto a otro, lo hacen pegados al móvil para no tener ni que verse en el reflejo de los escaparates. Los que van a todos lados con el cargador del móvil y en cualquier bar piden cargarlo.

Esa gente que parece tener miedo de si mismos. De lo que se puedan contar a si mismos. Esa gente que está loca de frenopático pero que con palabras elocuentes intenta hacerte pensar que son los más cabales del barrio. Los que te intentan hacer sentir mal cuando les marcas la hora.

Esos que están ahorrando tiempo de soledad para gastarlo dentro de 20 años con sus gatos. Muchos gatos.

De vez en cuando hay que dedicarse tiempo a uno mismo. A pensar un poco, pero con cuidado, el overthinking también es muy nocivo. No hay que tener miedo a la soledad. 



Tienen sus días tan perfectamente estructurados, que siempre llegan tarde a todo. Llegan tarde a la primera cita por que el bus ha tardado más de lo debido, alargan 10 mins el primer encuentro y llegan 20 tarde al siguiente punto de encuentro, entonces alargan otros 10 mins y así sucesivamente. Esa gente que siempre tiene a alguien esperando.

Seguro que te suena. Seguro que conoces a más de uno.

Los que se creen que su tiempo vale más que el de los demás. Que yo llegue a la hora no quiere decir que sea porque no estoy haciendo nada. Llego a la hora porque calculo el tiempo de forma correcta.



Son ese tipo de gente tóxica que hay que ir eliminando del mapa. Del mapa de las amistades. Que se unan entre ellos y que no lleguen nunca a casa si es lo que les apetece, pero a los demás nos dejen tranquilos.

Personas perniciosas como tu amigo el mentiroso compulsivo. Tu amiga la que no se atreve a plantarse. El tipo al que sabes que cada vez que veas te contará mil historias y excusas que nadie cree. Salvo él. Esa chica que siempre cree marearte y no se da cuenta que estás tan mareao que recuperaste el rumbo.

Ya me lo dijo una chica el año pasado, o el anterior:

¡Ay octubre! ¡Qué pereza!

Más razón que un santo. Desde luego. Porque a esta gente hay que tomársela en pequeñas capsulitas, que en seguida saturan, hartan y cansan. Cápsulas de cortesía que yo les llamo. 



Se ponen en contacto contigo, les das largas un par de veces, por fin quedas con ellos y vuelta al ciclo. Y la mayoría de las veces tú saldrás de casa media hora después de lo que deberías, porque sabes que aún así, con esas medidas, tendrás que esperar. Cuando sabes que volverás a casa con la cabeza loca, las ideas turbias y nada en claro.



Nada salvo que vas a estar un tiempo sin volver a verles.

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