viernes, 5 de septiembre de 2014

La busca

Amaneces. La cama revuelta. Noche de tormenta. Algo ha pasado. El cuarto como Las Árdenas. La mesa llena de flyers. La cartera llena de recibos de la tarjeta. Esos ibuprofenos que sabiamente intentaste dejar para el retorno pero que ahora eres incapaz ni de mirar. Sabes que sabrán a Ginebra. Acabarán devorados.


El día empieza tarde y borroso. Como acabó.

Lázaro, levántate y anda.

Sales de la cama, con dolor, sudor y sufrimiento, pero consigues salir. Dolores en la cartera, dolores en la tripa, dolores en las meninges, dolores en el alma. Y sabes que te duele el orgullo. Dolores que no recuerdas de dónde vienen, Ni a quién se deben.

Agarras torpemente el móvil, miras mensajes recientes. Lo miras entre rezos. Sabes que posiblemente volvió a pasar. Pero esperas que no volviera a pasar.



Y en efecto has tenido suerte. Tuviste los dedos quietos. Solo hiciste el clásico. El clásico de cuando ya está to el pescao vendido. Fuera pantalones y super meneo. O eso te dicen...

Pero ya lo recuerdas. Ahora recuerdas a la amiga de tu amiga. Esa a la que viste según entrar. La que viste y sabías que podía ser ella.

Y sabes que te duele el orgullo porque, por más que lo intentes negar, estuviste toda la velada intentando conseguir su número y un beso de buenas noches, Y ni los buenos días.

Esa chica. Esa chica que desde que la contemplaste por primera vez te cautivó. Y cuando la conociste más aún. Y pensanste, pobre de ti, que podías llegar a entenderla. Y que podía llegar a entenderte.

Da igual que sea de noche, una mañana cualquiera en el autobús, un cruce de miradas furtivo durante esa tarde en el centro. Da igual. Lo ves y te tiene.


Luego quieres hablarle de ella a tus amigos. Quieres que sepan quién es. Es que es tan top que lo sabes. 

No es la más guapa, no llegará a top model, no es la más alta, ni la de ojos más claros. Posiblemente tenga bastantes defectos y esté lejos de tu tipo. Pero tiene eso. Tiene eso que no sabes como se llama. Eso que te llama. 

En todos los aspectos de la vida hay alguien tan sumamente bueno, que domina tan a la perfección lo que hace, tan superior al segundo, que está a punto de acabar con ello. Ese don natural para vivir su vida. El savoire faire destructor. Los que se retiran y mucho tiempo después se les sigue recordando. Los que te dejan con desamor tras su partida.


Muhammad casi acaba con el boxeo, Jordan con el baloncesto, Best con el fútbol, Keynes con la economía, Pío Baroja con la literatura, Kurt con la música y ella contigo.

Como Cassius. Capaces de acabar conmigo de un solo croché de sonrisa. Sacudirme con la fuerza necesaria para no llegar al K.O y cuando esté de nuevo en pie. De nuevo. Gancho de melena al viento. Otra vez te pones en pie, otra vez intentas esquivar. Quieres ganar el combate. Sabes que vendrán más golpes, pero tú solo quieres ganar. Jab de mirada. Al suelo. T.K.O.

Ni el crujir de los hielos hizo templar al espíritu más dócil. Te acercas intentando buscar aliados. Tienes que acercarte. Tiene que advertirte. Y sabes que no te vas a poner de los nervios. No te van a temblar las piernas ni la voz. Está en ti lo que vas a decir. El plan es perfecto. No hay fisuras.

Está en el punto de mira. Esa sonrisa furtiva te hunde. Consigues llegar, herido, pero llegas. Tus mejillas se tornarán del color del amanecer, las palabras que siempre salen no saldrán de ninguna de las maneras.



Vuelves renqueante a la comodidad de tus amigos Y no ha pasado nada, porque ella tampoco es para tanto. Porque sus pecas tampoco son tan especiales. Porque es demasiado alta. Demasiado morena. Demasiado risueña. Fijo que le va el rollo. Que no es tu tipo tío. Que es una montonera.

Que tiene algo. Algo que no tienen los demás. Eso que le llaman desparpajo, la esencia, el candor, ese contoneo cadencioso. Que te tiene hechizado.

Y aunque sé que no era la más guapa del mundo, juro que era más guapa que cualquiera.

Y como en aquella noche de diciembre, quizá tengas suerte y sea ella la que venga a tu encuentro, y te busque. Y te hable. Y entonces empiece el baile de San Vito. Y ya ni hablar sepas. Y que beber tengas.

Y ya bien entrada la noche, quemado hasta el último cartucho, te acuerdas de lo que contaba Neil Young a través de la mano de Kurt Cobain. 

Mejor arder que apagarse lentamente.

Y los fuegos artificiales siempre molan que te pasas. Y esto es una guerra. Y ella lo sabe. Y ella siempre gana. Si la escribes gana. Si te escribe y acudes, que acudirás, ella gana. Siempre gana. Y la única manera de ganar es perdiendo.


Charming. Eso se llama Charming.

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