Y las pobres mormonas
preguntándose porqué no me gustan las navidades...
Y entonces la
conclusión es clara. Psychochristmas.
Bronca al día. Pero bronca de las pardas. De las que molan un puñao. Y entonces decides salir
de birreo un poco. Y no lo arreglas...
A toda la tensión
normal de la navidad le unen que además son sus fechas. Lo sienten aún más de
su propiedad. Exigen una perfección aún mayor, un saber estar que nunca has
querido tener y una atención al detalle que jamás has sido capaz de
desarrollar.
Pues pasa lo que
pasa, de frenopático. Normal. Es una putada en realidad. Vives con ese espíritu
toda tu vida, y es que además no solo lo vives tú, se lo haces vivir a los
pobres mártires que te rodean. Es una carga que no deseo a nadie joder. Y
creedme, sé bien de lo que hablo.
Tu imagínate nacer
bajo el influjo de la navidad. Nacer y que en tus primeros días de vida te veas
rodeado por una gente que no conoces ni te interesa que no hace más que cantar
cosas de un niño que no conoces, luces de mil colores y de formas que no
reconocerás ni en la madurez y gente por las calles. Mucha gente por las
calles.
Las mujeres que nacen
en torno a la navidad, esto es unos 15 días antes y después, están locas. Pero
locas de manicomio. Locas de atar. Locas de camisa de fuerza. Pero claro, no las culpo a ellas. Sería
injusto.
Claro, puedes pensar que no pasa nada, que son solo 20 días al año que son
perfectamente aguantables. Y estoy de acuerdo, 20 días perfectamente
aguantables. Pero como siempre, la cosa se tuerce.
Papa Noel es una mariconada joder, en mi casa siempre se ha llevado el Olentzero. Sin duda mucho mejor. Un carbonero barbudo que le gusta comer y beber hasta que no se puede más. Mucho mejor joder. Pero eso los profanos no lo valoran.
Nunca me han gustado
las navidades. Te tienes que reunir con la familia, hablar con la familia.
Estar presentable para la familia. El ambiente navideño te descoloca y te
aturde, quieres salir a beber, pero tienes que estar con la familia.... Llegas morao a la cena de nochevieja, con la lengua
floja y el corazón en llamas. Solo hay una salida. Y acaba con el primer cisco
familiar del año. Un clásico por el cual el tiempo no pasa.
Los nervios las
devoran y es entonces cuando empiezan a desesperarse. Sienten la necesidad de
hacer regalos. Sienten la necesidad de recibir regalos. Quieren que les digas
lo guapas que están, lo guapas que son. Las comidas navideñas, quieren la
perfección, que nadie monte numeritos y se embolingue hasta que su vergüenza
desaparezca y empiece la performance.
Ay dios, qué terror.
Todas se vuelven
histéricas, se ven poseídas por el espíritu de la navidad y al final acaban
torturando a algún pobre incauto que sin comerlo ni beberlo se ve envuelto en
un berenjenal del que no sabe como salir. La persona equivocada en el momento
equivocado. Porca putana.
Tras unos cuantos
años de convivencia en la sociedad caí en la cuenta del efecto devastador que
tiene la navidad en la gente. Concretamente en las mujeres.
Hace ya muchos años
empecé a desarrollar una teoría. Y como todas mis teorías, es descabellada,
incluye mujeres, mujeres locas y posiblemente copas.
Me empezaron a vender
el cuento de su Dios y demás historias -no
había otro más indicado- y me
acabaron invitando a un concierto de Christmas music. Le enseñé a las mormonas que aquí se dice villancicos. Las pobres, compungidas y consternadas ante mi
flagrante agnosticismo y ateismo me preguntaron que porqué no me gustan las
navidades...
Me empezaron a hablar
en un castellano bastante pobre, y como soy un blando, me dieron pena y decidí
hablar con ellas en inglés. Se lanzaron a mi pescuezo en agradecimiento porque
decían que en las dos semanas que llevaban en España nadie las había hablado en
inglés. Me contaron que una era de California y le dije que me molan los Clippers y los Lakers, y la otra era de
Idaho...triste respondí que Idaho no tiene nada...
Salí de mi examen en
algún punto entre las 14'30 y las 15 y decidí que me volvía a casa en metro.
¡ERROR! El metro pasa por Pavones, que es donde está la iglesia de los
mormones. Total, que acabaron asaltándome dos mormonas.
El caso es que el día
empezó mal, porque era sábado, y madrugué. Tenía examen. ¡Maldición! Total, que
madrugué para ir a la biblioteca de la universidad a repasar el examen que
empezaba a las 13. Con tanta suerte fui que la biblioteca estaba hasta la bandera.
Eran las 9'10. Abría a las 9'00.
El otro día cometí
uno de los mayores errores de mi vida. Pero evidentemente en el momento de
perpetrarlo no caí en ello...
PD: Si veis a mi madre por la calle felicitadla, que hoy es su cumpleaños.
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