domingo, 7 de julio de 2013

Domingo de indigestión

Siempre he tenido claro que me gusta conservar las cosas. Tradición. Se debe mantener. En ocasiones llega a ser patológico, a veces roza con Diógenes.


Alguna vez me he llegado a sentir como él. Tradicional, incluso hasta rancio.


De pequeño me enseñaron que se dice magdalenas y no cupcakes y cuando la abuela hacía magdalenas era el momento más feliz del verano. El mundo se paraba. Todo giraba en torno a esas magdalenas. Y por supuesto, las comía como un perro, sin apenas quitar el papelito, sin apenas respirar, y todo remojado con un tazón de leche.

La comida tiene que tener cierto aceitillo, la casquería está rica, el picante mola, el vino está mucho más rico si bebes mucho, las mujeres de verdad dan guerra y se revuelven y ponen cabezas del revés.

Un gintonic es un gintonic. Su propio nombre lo indica. Lleva gin(ebra) y tonic(a). En ningún momento veo en el nombre que tenga que llevar hierbas de cuneta, pétalos de rosa, aroma afrutado, 800 hierbas que en tu vida ha oído. Un gintonic es un gintonic. No una ensalada. Como mucho y, si te sientes pijo, le puedes poner un limón. El gintonic de Larios con tónica schweppes. El resto son extras. Extras que no necesitas.



Y la ensalada es una ensalada. La ensalada lleva aceite, vinagre, sal gorda, lechuga y como mucho, tomate y unas aceitunas. Y ya. Cualquier otra variante es un invento de importación que nunca casará con una ensalada y que ni por aproximación se acerca a algo decente. Estoy en contra de las hierbas de cuneta.

Si es una guerra lo que queréis, será una guerra lo que perderéis.

Pero claro, empiezas tomando cupcakes, tomando gins aromatizados con nueces de macadamia y raíz de zumajo de las tierras altas de Vorkuta, pidiendo extrañas ensaladas que más bien parecen un cuadro impresionista que una ensalada...y acabas bebiendo en el sitio más sórdido del planeta. Y estás de risas.

Y acabas yendo al sitio más sórdido del planeta de risas, como si de una fiesta se tratase. Que si jiji, que si jaja. Todo es bonito y divertido en el mundo de los anormales. Supongo que la procesión se lleva por dentro y mientras yo no quiero hablar y lo poco que consigo hablar es tartaja y a trompicones, otros deciden que lo mejor es hacerse el sueco y estar de jajuneo. Pero yo solo podía estar verde. Y con las putas tripas del revés.

Cada uno es como es. Esta es la vida que hemos elegido vivir y hemos de vivirla hasta el final.

Son esos momentos en los que simplemente quieres huir como Chev Chelios. Huida atroz, rápida, sin escalas. Huir hasta los confines de la tierra y por el camino arrasar con todo a tu paso. Arrasar con los bares, arrasar con los supermercados, arrasar con los coches, en los semáforos, a la gente. Huida rápida, errática, sin rumbo, violenta, vehemente.

Quizá lo único que me haga falta sean un par de día en el monte pelándome las rodillas al caer, sentir los arbustos raspar mi piernas y volver a sentir ese olor que tanto me pone. Ese olor a resina. Resina fresca, nueva. Pura.


A menudo pierdo el norte. Recemos.

Antes de pedir un gintonic de esos de moderno inmundo, pensad que cada vez que cometéis semejante aberración, un hombre de verdad, un hombre de los de antes, recibe una puñalada intercostal que le acarreará secuelas de por vida.


PD: Ya he quitado el edredón. Eso es que el calor es brutal. Por favor, llevadme a vuestra piscina.


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