Aún recuerdo mi primer cigar. Un ducados negro. Como Dios manda.
Se lo birlé a Antonio, el patriarca de la familia. Fue un acto brutal de rebeldía. La mayor temeridad de mi vida, me la jugué bastante.
Yo, un mico de poco más de 11 años birlándole un trujas a un hombre de 82. Aún no era un hombre y, aquello me vino bastante grande. Me volví del revés, tosí como un perro, como un perro viejo y con silicosis.
El viejo no se torcía con los trujas, fumaba y fumaba como un campeón. De hecho consiguió desarrollar una técnica acojonante, me cruzaba la cara con el cigar entre los dedos, y luego seguía fumando. Tengo que enterarme si fui el primero en sufrir esa destreza, aunque sospecho que mi padre y mis primos la experimentaron antes que yo.
Solía liarla bastante, en el colegio siempre fui bastante rebelde y los veranos en el pueblo eran terribles, me volvía tremendamente montaraz, salvaje. Era un perro jaro. Totalmente asilvestrado, sin Dios ni ley. La única ley era la que ponía Antonio en casa. La ley del "si te pillo te llevas una bofetada". Y no fueron pocas las que me cazó, ni pocas fueron tampoco las que no me cazó.
El fumar nunca ha sido fácil. Cuando empecé a comprar no valía más de 300 pelas el paquete y, si te veías escaso de flush siempre podías comprar uno de 10 cigars que te costaba la mitad. Leyes, leyes, leyes. El tabaco es malo, la abuela fuma, mimimi momomo. Negocio, negocio, negocio. Tabacalera se privatizó y empezó a subir el precio. Los paquetes de 10 dejaron de ser rentables.
Fumando te sentías como un vaquero. Te sentías a la altura de Lee Van Cleef o Lee Marvin. A tu paso sonaba Ennio Morricone y Dimitri Tiomkin.
Pero sobretodo, lo que más deseabas de aquellos primeros años de fumador y algo que en la mayoría de los casos se alarga mucho tiempo, es que tus padres no te pescasen fumando. Se podía hundir el mundo.
En mi caso llegó un momento en que cambié el deseo de que no me vieran fumando por el de que si me vieran. La agonía acabó. Charla, bla bla bla bla y santas pascuas.
Todo ese sentimiento de grandeza, superioridad de la raza, poder extremo y demás niñerías se esfumaron cuando el fumar dejó de ser para aparentar y se convirtió en un placer.
Disfrutar cada cigar como si fuese el último, sentir el humo entrar en tus pulmones, la nicotina fluir por tus venas, oír el chisporroteo de la combustión. Notar la llama frente a tu hocico, aspirar, aspirar aspirar.
¿Quién no ha hecho nunca la del duro en la barra fumando y mirando a las chatis con dureza a ver si se acercaba alguna? ¿Y a quién le ha funcionado? A mí never, desde luego, pero siempre que veía a alguno o alguna haciéndolo me daba la risa y me imaginaba a Sara Montiel con aquel "fumando espero..." Seguro que más de una murió de cáncer esperando.
Hasta que llegaron los Ducados para quedarse. Entonces ya no eres un vaquero cualquiera, eres el Hombre Sin Nombre, eres Django. Y ya lo de que es un placer ni hablemos. Más cuerpo, más tesón, más tensión. Un tabaco duro, not for pussies. Un tabaco que solo puede mejorarse con un buen gintonic.
La cantidad de gente que se ha hecho la dura pidiéndome un ducados y cuánto han tosido. Toser hasta echar el hígado. Y lo que me he reído a su costa.
Luego estaban todos esos payaso del "Es que eres un ruin, fumas negro para no dar a la gente" a lo que yo respondía "Es que me vas a comer los ..." Fumar negro es algo de familia, todos hemos fumado el mismo tabaco, todos hemos usado la misma colonia y todos bebemos lo mismo. Pero cada vez más caro.
El viejo fumaba como dios. Era un caballero fumando. Su momento íntimo de soledad y masculinidad. Tenía que ser en silencio, sin molestias, saboreaba cada calada como si lo fueran a prohibir. Y todo en la vida lo ha hecho con la misma pasión. Un gran hombre.
Sin embargo mi padre fumaba con música. Recuerdo estar en su regazo sentado mientras el fumaba y escuchábamos vinilos de cualquier palo. Coltrane, Johnny Cash, Rainbow, Black Sabbath, Ian Dury, Canned Head, Jefferson Airplane, Thelonius Monk, clásicos de la Motown
Pero las cosas siguen igual. Más de 10 años de fumador, unos 4 o 5 de fumador de verdad. En una ocasión una tipa me llegó a decir que porqué fumaba tiza y, evidentemente, me tuve que reír.
Nada ha cambiado, el viejo ya no fuma, pero de vez en cuando me pide uno, me sigue dando una torta si la merezco, mi padre sigue diciéndome que deje de fumar porque nosequéynosecuantos y me siguen gustando mucho las mujeres, el beber y el fumar. La alegría de vivir.
En fin, me bajo a fumarme uno y a por unos tantrums al ahorramás
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